Turquía es uno de los países del Mediterráneo con mayor patrimonio
cultural, con ruinas griegas y romanas repartidas por toda su geografía y
en un considerable buen estado de conservación.
En Estambul es recomendable visitar la mezquita Azul y la de Santa Sofía
que actualmente expone una serie de frescos cristianos en contraste con
la influencia musulmana del interior. Al atardecer se puede ver una
estampa inolvidable: el ocaso del sol mientras el muyaidín llama a la
oración desde el minarete de la mezquita. Otro monumentos destacados son
la Torre Gálata (desde la cuál se puede disfrutar de una panorámica de 360º de toda la ciudad), los Palacios de Dolmahbache
y Tokcapi (con visitas opcionales a la zona del Harén, donde los
sultanes intimaban con las concubinas) y una visita a la Cisterna
—depósito de agua subterráneo bajo las calles de la ciudad con un
ambiente tenue repleto de columnas.
Destinos fuera de Estambul incluyen el llamado Safranbolu. Perdida entre las montañas al norte de Ankara, esta ciudad se salvó de la
modernización arquitectónica que transformó al país en una jungla de
concreto. Safranbolu es un paraíso para fotógrafos amateurs y quienes disfruten de un paraje donde el tiempo se detuvo.
Cruzando el estrecho del Bósforo, ya en la parte asiática del país, empieza un recorrido por Anatolia Central, ruina tras ruina, donde se pueden notar los contrastes entre el anfiteatro de Aspendos,el caballo de Troya,la costa Mediterránea de Antalya o las montañas de cal y aguas termales de Pamukkal.
Anfiteatro de Aspendos
Costa Mediterránea Antalya
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